miércoles, 14 de octubre de 2020

LA DESESPERACIÓN DE LOS DESVALIDOS


Importa poco cuánto pensemos en aquello que debe hacerse para salir de la hedionda Tiranía que invade y destruye Venezuela, si a la hora de hacer las evaluaciones no entendemos el desespero de aquellos que producto de esta, mueren de hambre o mengua ante los ojos de un Mundo que saca provecho de nuestra desgracia.

 

No voy a hablar del gobierno imaginario, pues eso no es gobierno.

 

Es el sufrimiento humano producto de la crisis lo que me motiva a escribir, lo que me obliga a escribir, pues después de tanto luchar, aunque muchos crean en cantos de sirena, yo solo veo y siento el sufrimiento; no veo salidas prontas o humanitarias.

 

 

Imagino el dolor de un padre o una madre que luego de mucho sufrir, mucho caminar, mucho trabajar, entiende que no hay nada que pueda hacer para llevar suficiente comida a su familia, y ve como él y los suyos sufren las consecuencias del hambre. Poco a poco pierden peso, el color de su piel se torna diferente, amarillento, ahora sus huesos son visibles, las cuencas de sus ojos precipitan a los dos glóbulos oculares casi fuera de ellas. El hambre ya no es una sensación, es un dolor perenne, que él como hombre o ella como mujer difícilmente pueden soportar, pero a sus hijos que les pueden pedir. Como le dices a un niño que no llore pues tiene dos días sin comer y para hoy no hay nada. Esa realidad, cruda, dura, ruin, cruel no puede seguir siendo ignorada, pues es el sufrimiento de un pueblo entero el que clama al Cielo por piedad, por misericordia. Un pueblo que ha luchado, pagado un tributo en sangre, un pueblo que ha sufrido y sigue sufriendo.

 

Veo como la alegría del venezolano ha ido extinguiéndose

ante la crisis que ya nadie puede ocultar.

 

 

Lo que muchos sabíamos de la crisis hospitalaria que viene desde hace mucho, hoy en tiempos de Virus Chino es innegable. El alto nivel de los médicos y enfermeros venezolanos va mucho más allá de su Juramento y de su Ética Profesional. Mueren ante las inhumanas y poco sanitarias condiciones de servicio del sistema hospitalario venezolano. Algo que es impensable tan solo al cruzar la frontera, como el lavar una máscara descartable o reusar unos guantes desechables, es una patética realidad allá en mi tierra. En nuestros hospitales no hay ni agua potable, y cuando la hay, se guarda en tanques sin preservar medidas sanitarias.

 

 

Es intolerable ver como los productores del agro ven perder el producto de su trabajo porque no pueden mover la mercancía, mientras en toda Venezuela la gente muere de hambre. En los nuevos Hipermercados creados de la nada con dólares mal habidos no falta nada, excepto la humanidad. Son espacios de lujo para una nueva clase formada por la corrupción, la complicidad y la falta de sentido humano.

 

 

Sé, pues lo sufrí, lo que significa ver como la crisis hace que tus recursos empiecen a mermar, y como esto te va obligando a ajustar la calidad de tu dieta. Primero eliminas los alimentos más costosos, luego vas reduciendo cantidades, llega un momento en que es necesario reducir de tres a dos comidas, e incluso a una. Merienda, comidas intermedias, snacks, son una de las cosas que desaparecen y lamentas todos los días, pues a las horas que acostumbrabas, tu estomago te recuerda la ausencia de esos detalles. Tu cuerpo empieza a ajustarse ante la crisis. Pierdes peso, pierdes fuerza, pierdes ganas. De repente, un día cualquiera te miras al espejo y ves un esqueleto famélico con tu rostro.

 

Solo la voluntad para seguir vivo te mantiene en pie.

Tu compromiso con tu familia hace que te levantes

 y salgas todos los días a buscar a Dios.

 

 

Parte el alma ver a tantos miles buscando desesperadamente una ayuda, escrita escuetamente en un tweet, pidiendo algunos dólares para poder pagar una medicina, un tratamiento o un procedimiento. Son miles los que piden ayuda ante el avance de la más fatídica y cruel de las enfermedades, el cáncer. Cientos mueren sin poder recibir respuesta. Otros mueren antes de poder lograr sus metas. Mueren algunos con la esperanza de sanar y solo se percatan que no lograron hacerlo, cuando la muerte toca a su puerta, inclemente y sorda ante el dolor humano.

 

Son miles los inocentes inmolados, que sufren, oran y mueren. Niños apenas nacidos, que no conocen otra realidad que el hambre y el sufrimiento. Pequeños cuya esperanza ha abandonado sus cuerpos y mueren lentamente ante el dolor de sus padres y el silencio y la falta de acción de aquellos que podrían hacer algo, pero no creen en sí mismos. De sus asesinos no digo nada, pues cuando las cosas cambien, ellos deberán pagar sin clemencia ante los hombres, Dios está a otro nivel.

 

Algunos que dicen ser humanos, reparten alimentos en sitios donde el hambre no es una realidad, solo para lograr la foto y la nota de prensa. Sus almas pútridas algún día engrosarán la lista de miserables que habitan en el infierno. No tienen perdón.

 

 

Una dama se levanta mucho antes del alba en un mugriento hostal para preparar el café y los productos que necesita para su arduo día de trabajo. Los coloca con cuidado en su carrito, se arregla para verse presentable y bella, y sale a vender tintos, como le dicen en Colombia al café negro. Su día comienza mucho antes de salir el sol y termina mucho después de ocultarse. No hay tiempo para el descanso, no hay vacaciones. Solo trabajo duro para garantizar que tendrá para vivir y comer para mañana. Es un ciclo interminable y desgastante.

 

Los venezolanos en el extranjero también sufren las consecuencias

de la hedionda Tiranía en Venezuela,

y aun teniendo algunos los recursos para aliviar las constantes angustias,

deciden entonces malbaratarlos, dilapidarlos;

Gastan en putas, viajes, lujos e inmuebles los millones 

en ayudas recibidos,

mientras millones padecen hambre y miseria.

 

Quienes hoy dirigen los destinos de la nación venezolana merecen el peor de los destinos, no hay pena humana que pueda hacer que paguen por tanto sufrimiento, por sus crímenes o por sus imperdonables actos.

 


¡En Dios Confío!



Alexander Acosta Guerra

Activista Político Venezolano desde 1999

En Barranquilla a las 11:57 (am) de un lunes 12 de octubre de 2020

Desde mi exilio nada dorado

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