Trabajo
duro en un nuevo país para mantener a mi familia, que me negué por dos años a
abandonar en Venezuela. No gano lo suficiente, pero con lo que gano por lo
menos sobrevivo.
Por
ahora no puedo enviar ni un peso a mi familia o amigos en Venezuela, pues pesos
faltan para poder llegar al fin de mes. Todavía estoy en el rango de los 20
días; solo puedo sostener a mi familia por 20 días con lo que gano. Lo
adicional debe venir de ingresos extras… horas extras, vender quesillos, hacer alguna
otra cosa. Es una realidad dura, pero sostenible por ahora.
Cuando
vengo regresando con el sol ya oculto en el horizonte, solo pienso en la
sonrisa de mis hijas, en mi hijo amparado en el hogar de una de mis cuñadas, en
mi esposa, en mis padres en Venezuela y en mis amigos. Esa imagen hace que el
cansancio del día se transforme en energía para el mañana.
En
ir y venir al trabajo invierto dos y media horas como mínimo. El transporte público
en Barranquilla es abundante y eficiente. Trabajan hasta las 10pm, pero al
anochecer, en la zona donde trabajo su flujo se reduce.
Trabajo
de lunes a sábado; solo descanso los domingos. Por lo menos descanso los domingos,
millones de venezolanos trabajan los siete días de la semana, tanto dentro de
mi país, como fuera de sus fronteras.
El
domingo se lo dedico a mi familia y a la política… actualizándome del acontecer
de la semana, leyendo, escribiendo, conversando, participando en las Redes
Sociales, donde he ido decayendo.
Trabajo
en mejorar mis ingresos. Lo que estoy viviendo lo veo como una transición; hoy
obrero en tierras Neo-Granadinas, mañana… mañana vendrán tiempos mejores que
estoy obligado a construir con mis decisiones cada día, algunas acertadas,
otras erradas; nada diferente a la realidad de cualquier adulto humano.
Hablando
con el amigo Marlon Uribe hace pocos días, con quien pude hacer trabajo
político en el Zulia, me percaté de un asunto… En Venezuela no entienden
nuestra nueva realidad. No entienden que como extranjeros nuestra condición
cambia; somos invitados en tierras ajenas; algunos desprotegidos por su
condición migratoria no ajustada a la norma del país que los aloja. Nuestra
necesidad de trabajo hace que aceptemos condiciones laborales que no aceptaríamos
en nuestra tierra. Es parte del proceso y debemos aceptarlo. Nadie te regala un
peso, un dólar, un sol… nada, y eso es bueno. Cada moneda debes ganártela con
esfuerzo.
Tu capital se reduce al monto que hayas
podido sacar en moneda extranjera de Venezuela.
Hacer
política en el extranjero es extremadamente complejo. De los millones que nos
hemos ido, millones viven el día. Trabajan para poder comer… algunos duermen en
plazas, otros deambulan o viven en refugios improvisados... Muy pocos tenemos la
Bendición de poder llegar a un sitio decente y dormir en una cama. Esa no es la
realidad de la mayoría.
Sin
recursos y sin un plan es imposible hacer política. Era complejo en nuestras tierras, y es imposible en tierras extranjeras. Como pagas un pasaje para reunirte con un
hermano venezolano en otro sector de la ciudad, o incluso en otra ciudad, si no
dispones ni de un peso para eso... Como pagas el teléfono o el café que usas
como medio para lograr un encuentro. Ni pensar en un almuerzo o una cena.
Las
nuevas formas de hacer política se acercan más al activismo voluntarista que a
la militancia partidista de corte estalinistas. No puedes forzar a alguien que
no tiene como comer a que propicie espacios de entendimiento y encuentro entre
los venezolanos que nos fuimos.
Millones
de los que salieron solo lo hicieron pensando en cómo sobrevivir, y no piensan
más allá del día de mañana. Sin recursos, sin campañas adecuadas, sin un Plan
de País que vender, es como arar en el mar… y para quienes asumimos la realidad
de vivir en otro país, arar en el mar no es una opción.
Son
momentos duros que exigen de mente abierta, capacidad de adaptación y una visión
de futuro posible. En ese espacio de lo posible podremos encontrarnos.
¡En Dios Confío!
Alexander Acosta
Guerra
Activista No Violento
y Miembro de Alianza Bravo
Pueblo Zulia – en el exilio
Barranquilla, 11 de
noviembre de 2018 – siendo las 16:06
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