No escribo desde la comodidad de un amplio escritorio en una oficina aclimatada para enriquecer mi ego o mi bolsillo.
Escribo bajo el imbatible conocimiento sobre la naturaleza cruel e inhumana de mi enemigo, consciente del Destino que hemos vivido y viviremos, que de seguir sin cambios drásticos, nos subyugará hasta convertirnos es tristes fantasmas de seres humanos.
Escribo con dureza luego de haber usado mucha de mis fuerzas y recursos en la calle para convencer a miles de la necesidad de sumarnos al inmenso esfuerzo de recuperar nuestro país de este infierno comunista.
Veo a Venezuela no como ese inmenso país que no significa nada para muchos, sino como ese país que llega a mi puerta y pasa a mi casa, que colinda con la casa de mi vecino, con la de mi madre, mis hermanos, amigos y conciudadanos, con el barrio, la urbanización y los edificios, con los cacerios, los pueblos y las ciudades; esa Venezuela transitada en burro, caballo, tractor, carro, bus, barco, piragua y avión, representada en el Alma Llanera, en el Himno Nacional y hasta en esa bella canción llamada "Venezuela".
Veo a Venezuela reflejada en el rostro de mis hijos, de mi esposa, de mis padres, hermanos, amigos, de mis compañeros de lucha, de los niños de la calle, de los que hoy comen basura, pero que sueñan con una arepa con queso y papelón.
Veo a Venezuela reflejada en el rostros de los ancianos que una vez por mes deben someterse a la tortura de las colas para cobrar su pensión, que no alcanza para nada, mientras el régimen les niega el sustento amparado por el Ticket de Alimentación aprobado para ellos por la Asamblea Nacional, y negado por el Autobusero Sociopata.
Veo a Venezuela en el rostro del obrero, del chófer de tráfico, del vendedor ambulante sometido a la tortura del sol, del verdurero, del cepilladero, del kiosquero, del panadero, del empresario, del sacerdote, del político honesto (que si los hay).
Veo a Venezuela con esperanza y ánimo de lucha, como dice mi amiga Iraida Villasmil, con fuerza y con fe como dice Leopoldo López, con la honradez del hombre público y el desempeño de político de altura, como Antonio Ledezma.
Veo la Venezuela de hoy, y veo la Venezuela del mañana, una Venezuela libre de este cáncer, prospera, inclusiva, en crecimiento; una Venezuela Libre y Soberana.
¡En Dios Confio!
Alexander Acosta Guerra
Siendo las 19:41 de un domingo 5 de marzo de 2017
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