Dedico este artículo a mi amigo Marlon Uribe y a la poetisa.
En estos días pude presenciar un escarceo entre dos venezolanos; un bandido descarado y una poeta reconocida. La poeta cuestionaba al bandido pues el mismo no había podido demostrar el origen de los ingresos que le permitían vivir tan acomodadamente en el exterior. El bandido en vez de buscar una respuesta adecuada a la solicitud de la poeta decidió ir en contra de ella de manera absurda.
El señor en vez de responder qué había hecho con los miles de millones de dólares que se le facilitaron durante su gobierno imaginario, en el que lo único que no fue imaginario fue el dinero, decidió atacar a una ciudadana que le preguntaba de dónde venían sus ingresos, que es una pregunta perfectamente válida hecha por un ciudadano a cualquier funcionario.
Considerando además una conversación que tuve mi amigo Marlon Uribe, voy a intentar dibujar ambas realidades, no la de la poeta sino la del ciudadano común, con respecto a la del funcionario en ejercicio o no con sus dichosos exilios dorados.
SOY PARTE DE LA DIÁSPORA
Vivo en Colombia desde hace más de 6 años y desde que llegué aquí he tenido que trabajar para poder sostener a mi familia, he pasado por momentos muy difíciles y mi realidad no se acerca ni siquiera a la de algunos venezolanos qué venden caramelos en las esquinas o tocan guitarra en los autobuses. Son días duros para todos los venezolanos comunes.
Imagínate tener que levantarte a las 4 am, tomar una bolsita de caramelos, dos bolsitas de caramelos que compraste el día anterior y salir con tu hijo, tu hija o tu esposa a caminar por una ciudad con esos caramelos para poder obtener dinero que te permita pagar la pieza en la que duermes y la comida que consumes en el día, con tu familia, y si es posible con ese negocio tan lucrativo al parecer que es la venta de caramelos, enviar dinero para tu familia en Venezuela, que seguramente la están pasando mal.
Para que la gente entienda, un caramelo puede venderse entre 200 y 500 pesos, eso equivaldría a un promedio 10 centavos de dólar; una pieza el alquiler para una familia como esa puede costar entre 10.000 y 20.000 pesos al día, que le va a servir solo para dormir, asearse y hacer su comida; normalmente no permanecen en ella durante el día. Además de eso, lo que compran con lo que obtienen por la venta de los caramelos, también debe cubrir la alimentación diaria. Nada de T-Bone servido en un restaurante turco; cuando mucho huevo, alguna lonchita de jamón, una miseria de queso, que se pueda conseguir por ahí y mucho arroz o pasta, eso sin considerar las dificultades que implica tratar de cocinar con las limitaciones que presentan los sitios donde te vas a alojar. La forma más reducida para definir esta situación es un “infierno diario como concepto de vida”.
LAS CICATRICES DE LA CRISIS
Ahora vámonos a otro punto, el costo físico y psicológico que representa el desgaste de haber tenido que dejar todo lo que tenías en Venezuela buscando un nuevo horizonte que te permitiera rescatar eso que tú llamas vida como concepto.
Hoy los venezolanos que vivimos en el exterior, algunos cubiertos por sistemas de salud, otros no, acusamos después de algún tiempo las cicatrices que la crisis ha ido dejando con el pasar de los años; algunos empiezan a presentar problemas de la vista, otros problemas con el azúcar, otros cánceres, otros problemas con la tensión, algunos problemas psicológicos, otros evidencias del estrés en sus existencias, como por ejemplo temblores imprevistos en sus extremidades o reacciones imprevistas, imposibilidad para dormir adecuadamente, procesos depresivos, que han llevado a muchos al suicidio.
El costo en lo personal para muchos venezolanos
es una salud comprometida y un porvenir complicado.
La situación que nos trajo hasta donde estamos ha demandado de nosotros un inmenso desgaste emotivo, que ha terminado pasando facturas a nuestros cuerpos y a las almas de quienes tuvimos que salir del país por las razones que sea, todas como consecuencia de la tragedia que el chavismo y la falsa oposición representan.
Las jornadas de trabajo de un inmigrante decente son extremadamente largas y agotadoras. Por ejemplo el caso de la familia que sale a caminar por la ciudad a vender caramelos, o el hombre que tenía un pequeño negocio de venta de pasteles en algún pueblo de Venezuela que tuvo que dejar sus ventas, su casa, su carro, sus cosas, todo, para terminar trabajando en algunos casos como reparador de llantas o vigilante, con horarios de trabajo complicados que te dejan con muchas deudas, pues los sueldos no son buenos, y con mucho desgaste físico. Son jornadas de hasta 16 y 20 horas, algunas de las cuales implican largas caminatas, pues el transporte público no es gratis y siempre se privilegian alojamiento y alimentos como gastos.
Los trabajos para las personas que hemos emigrado, en países que sufren todavía las consecuencias de la Plandemía, son trabajos escasos, con muy alta demanda y altas exigencias en lo físico y lo psicológico. La mayoría aceptamos trabajos que no cubren todos tus gastos, y entonces tienes que poner a trabajar a la esposa y a los hijos para poder cubrirlos.
Muchas veces aceptas trabajos que te dejen sin vida, pues estás a disposición 24 horas al día de una empresa que para cubrir la falla de otro empleado termina poniéndote a trabajar a ti jornadas de 24 y 36 horas, con lo que tu vida social termina en cero, tu vida familiar termina muy cercana a cero, tu vida de pareja se ve constantemente comprometida, pues tiempo no hay.
Conversando con mi amigo Marlon a quien le hice llegar uno de los trinos relacionados al escarceo entre el bandido y la poeta venezolana, llegamos a un punto que para nosotros es recurrente, los venezolanos de bien que tuvimos que salir de Venezuela hemos tenido que demostrar que somos excelentes trabajadores, disciplinados, educados, bien formados en tareas para las cuales a veces no nos hemos preparado, lo que implica que nos adaptamos y aprendemos rápido. Esas son las demandas del mercado laboral del sitio donde llegamos a vivir. Son esas tareas las que podemos atender como trabajo para poder subsanar los costos asociados a muestra vida diaria en ese país al que fuimos a parar y al cual agradecemos profundamente nos haya abierto las puertas.
Algunos llegamos de manera legal, otros llegaron de manera no legal, otros están ilegales, somos ocho millones de venezolanos dando vueltas por el mundo. Lo cierto es que la mayoría de esos ocho millones nos levantamos muy temprano, trabajamos muy duro, pagamos nuestras cuentas, tenemos claramente definido cuáles son nuestros ingresos y cuáles son nuestras obligaciones, y llevamos vidas bastante moderadas. No es fácil para un venezolano en nuestras condiciones pagar un restaurant, salir al cine o ir a la playa. Son lujos que normalmente disfrutamos en escasos momentos, después de haber hecho muchas restricciones en nuestras vidas.
LA SOMBRA DE LA DIÁSPORA
Hay un pequeño grupo de venezolanos divididos en dos que son los que manchan nuestra estirpe, nuestro nombre, nuestra cultura. Los bandidos con sus exilios dorados que dicen representarnos, y la fuerza de invasión infiltradas con intención, correspondientes a grupos delincuenciales bien estructurados que ahora hacen vida y mella en la vida de la gente y de los pueblos que los recibieron. Ambos son bandidos, con diferentes métodos, pero ambos son bandidos.
Los delincuentes que migraron como tropas invasoras para desestabilizar los gobiernos de muchos países de América, ante la mirada benevolente de las autoridades que los vieron entrar, los vieron operar, los dejaron operar, lo siguen dejando operar, mientras desarrollaban una dialéctica ridícula en contra de los venezolanos, son producto evidente del chavismo.
Un inmigrante ilegal que tiene dos, tres, cinco, diez entradas ante el Sistema de Justicia del país que lo recibe, es un inmigrante que debió haber sido procesado judicialmente, castigado, y aquí lo más importante, castigado en el sitio donde cometió los delitos, o sea, que la pena la debe cumplir en el sitio donde cometió el delito, el país que sea y luego ser deportado. O sea, cometiste un delito en USA, los tribunales de USA te penan por ese delito y te envían a la cárcel a cumplir la pena correspondiente, un año, dos años, seis meses, diez meses, de por vida, lo que sea, y una vez que cumpla esa pena, el mismo juez en el momento en que te dijo que tenías que cumplir la pena, te dice que serás deportado sin posibilidad de volver a ingresar a ese país de nuevo por vía legal alguna.
Cumplió sus diez años de pena, seis meses, tres días, lo que corresponda, te montan en un avión que seguramente va a tener que pagar el preso saliente de alguna manera y te lo dejan botado en Venezuela. Los métodos, los mecanismos o las formas las determinará el país al que corresponda.
Es mucho más práctico hacer que la Justicia funcione como debe, a que inventar el cuento que “todos los venezolanos somos iguales”, lo que sustenta comportamientos xenófobos que terminan cobrando deudas a quienes no las tienen.
En el mismo orden de ideas, los bandidos con sus exilios dorados no se quedan atrás, sobre todo el bandido que enfrentó a la poeta, pues ese bandido con su cara de pendejo bien administrada tuvo la oportunidad, tuvo el apoyo de la principal Potencia en ese momento (la principal Potencia Militar en ese momento), tuvo el apoyo de cerca de 60 países del orbe, países todos occidentales, tuvo los recursos y pudo conseguir las asesorías necesarias.
Lejos de eso, decidió malversar los recursos, porque es evidente, los que vivimos fuera de Venezuela sabemos que la ayuda humanitaria no llegó a ninguna parte, salvo a los bolsillos de algunos. Los rastros del despilfarro están por todas partes.
Para todos esos bandidos, con sus manos rojas llenas de sangre, es imposible explicar su estatus de vida. No se les conoce trabajo formal; algunos tienen asignaciones formales ridículas, dan clases en universidades con cátedras sin alumnos, o con descerebrados como alumnos; cátedras que seguramente algún servicio de inteligencia habrá conseguido como favor.
Estos bandidos practican deportes, participan en eventos, invierten en activos en el extranjero, bienes inmuebles, tienen estilos de vida bastante holgados, comen en restaurantes con frecuencia, consume increíbles cantidades de licor. Viajan con más frecuencia de la que come en restaurantes y es mucho decir. Todo eso cuando tú sumas, sumas, sumas y sumas te dan números extraordinariamente grandes que ellos no pueden justificar. Y no solo estoy hablando del bandido que tuvo la confrontación con la poeta, estoy hablando de toda la estructura política de la falsa oposición venezolana, viven como jeques en el exterior, no se sabe de qué viven, sus opulentas vidas no tienen cómo explicarse e imagino que por eso el ex presidente de Narnia cuando fue increpado por la poeta se sintió ofendido, pues tendría que explicar matemáticamente de dónde salen sus ingresos para poder justificar su opulento estilo de vida, y a pesar de ser ingeniero, sabe que no hay matemática que pueda cuadrar eso.
Ahora vamos al quid del asunto, ese bandido que vive en Miami como un jeque árabe, da discursos motivando a los venezolanos en el exterior a seguirlos apoyando a ellos en sus propuestas cada vez más ridículas y menos efectivas, para poder sostener su muy costoso estilo de vida, mientras que el pendejo por vía doble que los apoye se revienta trabajando todos los días para poder pagar sus cuentas.
Evidentemente la diferencia entre un chavista y un falso opositor no es la moral, es el volumen del dinero malversado. Dinero que pudo haber sido usado para salvar vidas, para aliviar el sufrimiento de millones de venezolanos, y que por el contrario ha sido usado para comprar bienes en el exterior, pagar altas colegiaturas, vehículo de gran cilindrada y mucho precio, prostitutas femeninas y masculinas, reconstrucciones estéticas de esposas y amantes de diferentes géneros, porque también es evidente que algunos de estos falsos opositores tienen gustos contra natura.
Algunos pensarán que los venezolanos somos cómplices de nuestra propia desgracia, ciertamente es así, nos han gobernado por la ignorancia, como decía Bolívar.
El objetivo de esta larga perorata es simple, buscar un despertar en la conciencia de esa inmensa parte decente de los millones de venezolanos que nos permita conseguir un punto de encuentro diferenciado con esos bandidos de la falsa oposición y del chavismo, bien sea para poder recuperar nuestro país en algún momento específico, o bien sea para definir nuestra condición en el exterior y realzar nuestros valores culturales mientras nos integramos en las sociedades que a bien tuvieron recibirnos.
Para los políticos solo somos visibles en elecciones, cuando ellos “nos necesitan”. Ese círculo vicioso parasitario debe ser roto. Todo nuestro porvenir parte de una ruptura con ese pasado, que es presente y quieren convertirse en futuro.
En la ruptura y en nuestro encuentro están las respuestas.
¡EN DIOS CONFIO!
Alexander Acosta Guerra
Activista NoViolento Venezolano
Barranquilla, 13 de diciembre de 2024, siendo las 13:05
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