martes, 10 de septiembre de 2024

RELATO DE UN ENGAÑO



Este relato está desarrollado en base a situaciones mencionadas por terceros y reseñadas en los medios, evidentemente adaptada, con personajes ficticios, excepto por el ahora ya no Presidente Electo.




Juan es un estudiante de la UCV que vive en Petare, un barrio muy conocido de la ciudad de Caracas; como muchos venezolanos, Juan apoyaba a María Corina y a Edmundo. Juan no está inscrito en ningún partido, pero conoce a un pana que se llama Julio, que trabaja con uno de los partidos de la MUD, o como le digan ahora.

Julio buscó a Juan hace un poco de tiempo, pues Julio es vecino de Petare. Jugando un partido de Basquetbol se conocieron y se comenzaron a tratar. Julio es dos años mayor de Juan, pero se la llevan bien. Julio trabaja en una arepera en el barrio. Tiene una chama de 2 años y una esposa de la edad de Juan.

Julio ayudó con todas las dificultades del mundo a Juan a inscribirse en el CNE. Como sucede comúnmente, los chavistas intentaron captar a Juan en la UCV, pero Juan con los chavistas ni pa´la esquina. Suficiente con las viejas malditas del clap.

A Juan le ofrecieron trabajar como testigo de mesa, pero se negó; “Julio yo te dije que iba a votar por quien tú me dijeras, pero pasar el día metido en el centro de votación, eso si no. Yo voy y voto por Edmundo, me quedo un rato en el centro y en la noche me acerco otra vez por allá”. Y así fue.

Julio se quedó en el Centro de Votación hasta que entregaron las actas y acompañó a varios de los miembros de mesa y testigos a sus casas. Julio tiene una moto, con la que se resuelve y le facilitaron unos recursos para ese día para apoyo en movilización. A Juan no tuvo que llevarlo, solo lo despertó a las 5am, para que fuera a votar. Juan vive dos cuadras arriba del centro de votación.

Como Juan lo prometió, a eso de las 7pm se acercó al centro, y apoyó a Julio en algunas cosas, ayudando a la gente presente, llevándoles café y agua a los testigos que apoyaba a la MUD, hasta que a las 10pm le dijo a su pana… “me voy para la casa, cualquier cosa llamas hermano”.

Ya siendo de madrugada, el CNE venezolano saca los resultados de una servilleta dando como “ganador” a Maduro. Juan sabía que eso no podía ser, tenía rato viendo información que daba como ganador a Edmundo, aunque los números le asombraran. No tuvo que esperar mucho, pues unos minutos después, en Youtube pudo ver en Vivo a María Corina diciendo que Edmundo había ganado con un margen muy grande. Grito de alegría, brincó, despertó a su mamá, no le cabía la alegría en su corazón… “Por fin mamá, esa gente se vá” le dijo a su vieja con un abrazo y un beso.

Cerca de una hora después recibió la llamada de Julio; “nos vemos en Mariperez a las 9am Juan, ahí nos vamos a concentrar y a esperar que nos digan que hacer. Pana cuento contigo”. Su respuesta fue “a las nueve en Mariperez, ahí nos vemos”.

No pudo dormir por la emoción de la victoria de Edmundo, el saber que las cosas iban a cambiar, que Venezuela se iba a transformar, lo mantuvo despierto lo que quedaba de noche… La emoción era muy grande.

A las 5:30 am su mamá le sirvió el desayuno, pues ella tenía que ir a trabajar. No importa quien haya ganado, si no trabaja ese día, no se lo pagan y mañana no comen.

Juan toma su teléfono que ya cargó y se pone a buscar información en la red. Las cosas no se ven bien, ganamos las elecciones, pero Maduro no quiere soltar… “Ese marica se tiene que ir, ni que fuera dios”.

A las 9:15 llega a Mariperez, e intenta ubicar a Julio, pero no lo consigue. Su mamá le había comprado un paquete de datos para que se mantuviera comunicado, así que llamó a Julio, que estaba en Mariperez desde las 7:15 am. Se consiguieron y se pusieron a hablar de lo que estaba sucediendo.
  • Ajá Julio, y que te dicen del partido
  • Todavía nada Juan, estamos esperando instrucciones. Pero marica, los arrastramos. Esos pendejos están arrechos que jode. No sé con qué nos saldrán, pero de que se van, se van.
  • Nojoda Julio, estás seguro. Esos maricas son peligrosos… y tú sabes que esos malditos colectivos no comen cuento.
  • Bueno, ya veremos Juan. Esos maricas se van, de que se van, se van.
Como a las 10am los que estaban dirigiendo la concentración, empiezan a vocear para que la gente se empiece a mover… Alguien entre dientes dijo “parece que vamos a Miraflores”.

Y comenzaron a caminar, con alegría, sabiendo que Edmundo había ganado, que María Corina no los iba a dejar solos… caminaron con fe, en compañía de amigos y desconocidos. Hasta los malandros del barrio iban con ellos.

Caminaron y caminaron, hasta que en algún momento vieron que la marcha paró. Todavía no estaban en Miraflores, estaban cerca. La gente se puso tensa, y de repente se comenzaron a escuchar detonaciones… los que viven en barrios caraqueños saben cómo suena un disparo. Así que todo el mundo se puso pilas, algunos se comenzaron a retirar, pero la mayoría solo empujaba hacia el frente, hasta que la gente empezó a retroceder corriendo.

Quienes estaban disparando no eran los Guardias, ni la Policía, ni el Ejercito, eran los Colectivos.

La gente comenzó a retroceder.

A todas estas, Juan iba algo atrás hablando con una chama bien bonita, un hembrón, que estudia en la UCV. Tenía rato queriendo llegarle, pero no había conseguido hacerlo.

Cuando comenzaron los disparos, ella se puso pálida, y el la acompañó hasta un sitio seguro. Ella tomo camino a su casa.

Juan, en medio del revuelo, tomó el teléfono y le marcó a Julio, pero en medio del despelote, Julio no contestaba. No iba a dejar solo al pana, así que con las dificultades que implicaba, Juan comenzó a caminar en sentido contrario a la gente que corría.

No pasó mucho tiempo antes de que ubicara a Julio. Estaba tirado en la calle, con la mirada ida al cielo, pálido y sin moverse. En medio del alboroto, corrió y se le acercó. Gritó para pedir ayuda, y entre varios corrieron y lo montaron en una moto.

  • “Panita, este tipo está muerto” dijo el motorizado.

Y Juan sin pensarlo dos veces se montó en la moto y sostuvo a Julio, diciéndole al motorizado.

  • Igual, vamos a llevarlo al hospital para ver que pueden hacer por él, este pana es amigo mío.

El motorizado llamado Yulbert, arrancó la moto y en un instante que pareció eterno, pero no lo fue, llegó al hospital…

  • Ayuda, ayuda -gritó Juan.

Dos enfermeros salieron con una camilla, y montaron a Julio. Intentaron tomar sus signos vitales, pero Julio ya no estaba entre nosotros.

Lo llevaron a Emergencia, mientras Juan iba corriendo detrás de ellos. La Emergencia del Hospital parecía una zona de guerra. Un montón de heridos, sentados en el piso, en sillas destartaladas, en camillas viejas.

Un médico se acercó y valido los signos vitales de Julio. Había muerto. Un tiro en la garganta. Murió sofocado con su propia sangre.

Juan se acercó y le preguntó por su condición.

  • Usted es qué del señor.
  • Soy su amigo.
  • Conoce a algún familiar del señor.
  • Sí, conozco a su esposa.
  • El paciente falleció antes de llegar al hospital. Murió sofocado con su propia sangre, por el disparo que atravesó su cuello. Haremos entrega del cadáver a medicina legal para que haga las experticias. Si puede, informe a su familia, para que vengan a hacer el reconocimiento del cadáver, por favor. Otra cosa, como se llamaba el señor.
  • Julio Andrade, tenía 21 años, una hija de dos años y esposa. Lo mató la gente de Maduro.
  • Eso no lo sé, eso se lo dejo a Medicina Legal. Por favor, informe a la enfermera que está en el mostrador.

Juan fue hasta el mostrador, informó lo sucedido. Un policía se acercó y solicitó información. Juan atendió las declaraciones. Cuando pudo, y como pudo, regresó al barrio. No sabía cómo decir lo que tenía que decir.

Llegó hasta la casa de Julio, su esposa, Lissette, estaba sentada en la entrada.

Cuando vio venir a Juan, con la camisa manchada de sangre, se levantó y se llevó sus manos al rostro.

No fue nada fácil. Lissette lloró, maldijo, grito, golpeó a Juan, se descargó con él. Su niña no comprendía lo que pasaba, lloraba como la mamá y preguntaba por su papá.

Luego de un rato, con mucha rabia Lissette le pidió a Juan, que no era responsable de nada, que por favor se retirara. Ella tenía que ver con quien dejar a su hija para ir al hospital a identificar el cadáver de su esposo y ver como haría para poder enterrarlo.

Cuando Juan salió de la casa, varias vecinas se acercaron a la casa de Lissette y Julio. Como pudo, Lissette se armó de valor y tomó a su hija en brazos, la abrazó y le dijo llorando, con el corazón partido “papi no va a regresar Marjuris, a papi lo mataron”.

La niña no entendía lo que de decían, pues no sabía qué coño era la muerte, pero reventó a llorar, y ese llanto partió el alma de Juan que caminaba cabizbajo hacia su casa.

Al llegar, su madre lo esperaba muy angustiada. Cuando lo vio llegar lleno de sangre, se le bajó la tensión y le fallaron las piernas.

Juan corrió a socorrer a su mamá, y con tono suave le dijo “mamá yo estoy bien, esta sangre no es mía. Esos malditos mataron a Julio”. Su mamá rompió a llorar y lo abrazó con fuerza.

Al poco rato llegó una vecina, que entró hasta la casa y le preparo a Lucia un vaso de agua con azúcar, para ayudarla a recuperarse.

El barrio estaba revuelto, las motos subían y bajaban, la gente iba de un lado a otro, llevando noticias, recibiendo a la gente que regresaba de la protesta, llorando a sus muertos y socorriendo a sus amigos y a los heridos.



El martes 30 de julio fue un día triste, inmensamente triste. Julio era conocido en el barrio y muy querido. Como se pudo se recolectaron los fondos para su sepelio, pero medicatura forense no quería entregar el cuerpo.



A eso de las 5pm, varios vehículos negros ingresaron al barrio, y se ubicaron en la casa de Juan. Tocaron la puerta, que abrió la señora Lucia, preguntaron por Juan, lo ubicaron y sin mediar palabra, lo arrastraron hasta uno de los vehículos y se lo llevaron. Sin orden de cateo o arresto, nada. Solo se lo llevaron. Igual hicieron con otras 23 personas en el barrio en el transcurso de los tres días siguientes.

El miedo era palpable. Se sentía en todas partes, y el dolor por las pérdidas y las detenciones devastaron a muchas familias.



A Juan lo llevaron a la sede del DGCIM, ahí lo desnudaron, lo golpearon, lo interrogaron, lo humillaron y le ordenaron que se sentara en el piso. Pasó así 10 horas antes que pudiera levantarse. Estaba rodeado de extraños, todos desnudos.

Lo llevaron desnudo a una habitación con otros hombres, le cortaron el pelo, y le dieron un uniforme. Luego lo encerraron con un montón de desconocidos en una celda.

Sin comida, ni agua. Sin contacto con su familia.

Algunos días después lo montaron en un autobús y lo enviaron a Tocorón, uno de los penales más peligrosos del mundo.

Juan sentía que su vida se había acabado, igual que todos los que estaban con él. La angustia se veía en los rostros de todos, el miedo se sentía por todas partes, a pesar que todos mostraban arrojo ante los sucesos y todos se preguntaban lo mismo… esto cuánto va a durar.

En Tocoron los bajaron, y los hicieron formar fila en el patio. Los desnudaron a todos, y los policías iban pasando inspeccionando los uniformes y los cuerpos de todos. Cuando terminaron, les ordenaron vestirse y un efectivo vestido como militar empezó a hablarles de donde estaban, y por qué. Se explayó en acusaciones, en señalamientos de traición a la revolución y los instó a acostumbrarse a ese sitio, hasta que los trasladaran a donde les diera la gana a ellos, pues por terrorismo, que era una de las acusaciones de todos, les correspondían como mínimo 16 años.


Cuando el funcionario dijo 16 años, un lamento recorrió todo el patio.


Lucia falleció una semana después de la detención de Juan. No pudo ubicar a su hijo, pues nadie le daba información, y eso que recorrió todas las sedes de la policía, DGCIM, SEBIN, CICPC, Fiscalía, Guardia Nacional, todo, y nadie le dio información. La extrema angustia producida por la desaparición de su hijo hizo que se dejara de alimentar bien, a pesar del apoyo de los vecinos. Casi no dormía, y siendo la séptima noche de la desaparición de Juan, se desmayó estando sola en su casa y falleció tendida en el piso, sola.

Una de sus vecinas la consiguió a la mañana siguiente.

El domingo 8 de septiembre a eso de las 12 del mediodía, era vox populi en el penal que Edmundo González se había ido del país. Solicitó asilo en España y ya debía estar llegando allá. La noticia cayó como un camión de agua helada en el penal. Pero para Juan que tenía más de un mes sin ver a su mamá, esa no fue la peor noticia. A esa hora, uno de los guardias le entregó un papel en el que le informaban que su mamá había fallecido el 6 de agosto, y que había sido cremada dos días después.

Con una rabia desbordada y conteniendo las lágrimas mientras otros compañeros de infortunio lo rodeaban para darle aliento, y con mucha amargura dijo:

“Maldito viejo marica si yo hubiera sabido esto me hubiera quedado en mi casa. Mamá estaría viva, Julio estaría vivo y yo estaría libre, igual que miles de los que hoy me acompañan. Que te vaya bien en tu exilio viejo cobarde. Aquí nos dejaste abandonados a todos los que creímos en ti. Para nosotros no hay exilio, solo cárcel y sufrimiento.”


¡EN DIOS CONFÍO!


Alexander Acosta Guerra
En Barranquilla, siendo las 23:58 de un lunes 9 de septiembre de 2024.

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