martes, 6 de septiembre de 2016

TIEMPO

Niños mueren de hambre, de mengua, ante el dolor de sus padres, impotentes frente a la crisis que los ha dejado sin nada. Niños mueren a minutos, a horas de haber nacido pues en los centros hospitalarios no hay medicamentos, insumos o productos para el saneamiento de los espacios. Quien responde ante los padres y ante Dios por esas vidas.

Abuelitos, hombres y mujeres mueren por no conseguir medicamentos de uso cotidiano, debido a que el régimen no autorizó los pagos en dólares para importar los productos. Sin embargo, nadie sabe donde fueron los miles de millones de dólares robados por el inmenso aparataje de corrupción inserto en las estructuras del putrefacto Estado. Quien responde por esas vidas.

La ansiedad producida mientras buscas y buscas un producto, te agota, te enferma, te obstina.

Un kilo de harina cuesta en la realidad una décima parte del sueldo mínimo, pues lo que el régimen dice que vale, no vale ni su empaque.

Ante la terrible realidad, la gente, tu y yo, hartos de tanta miseria, hemos decidido salir a las calles a protestar de manera pacífica y no-violenta.

La guerra económica la inventó algún tarado en el régimen para poder culpar a otros del desastre por ellos cometido. Hablan de guerra económica quienes expropiaron tierras productivas donde solo se cultivan hoy cadillos. Hablan de guerra económica quienes intervinieron empresas productivas en las que hoy solo hay vagos y parásitos. Hablan de guerra económica quienes persiguieron a los empresarios forzando a estos, por falta de confianza, a reducir o migrar sus inversiones. Hablan de guerra económica los que por ineficiencia, mala intención y corrupción quebraron a la industria petrolera. Hablan de guerra económica los que quebraron a cientos de empresarios del café, café que sostuvo las arcas venezolanas por mucho tiempo, y que hoy es suplantado por especies de pésima calidad vendidos por la tiranía nicaragüense.

Los verdaderos autores de la guerra económica son quienes hoy dicen dirigir a la Nación, encabezados por un viejo chofer de autobús, un incapaz en toda su extensión.

Ante la creciente protesta, el imperio militarista omnipresente en toda la Nación, con sus interlocutores pulcramente vestidos, inventa culpables por doquier, aplicando la legislación militar a civiles que no han cometido delitos, pero a quienes absurdamente se les imputa de todo.

En Venezuela los cubanos los tenemos metidos hasta en la sopa. Los rusos están haciendo gruesos negocios de plátanos y armas. Los chinos son dueños de prominente hipotecas. Las grandes decisiones en este país se toman en la Habana, con el aval de dos viejos decrépitos.

Teniendo esto como ínfimo preámbulo, algunos convencidos, por idiotas, defensores a ultranza de lo indefendible, con uniforme o sin el, acusan a cualquier otro venezolano de traidor. 

Que peor traición puede haber que dejar morir a cientos de venezolanos de hambre, mengua o enfermedades mientras nuestros recursos se regalan o dilapidan en la corrupción. 

Hoy el poder de las armas los protege, pero, ¿por cuánto tiempo?

El tiempo creen que juega a su favor, y con la confianza de sus decisiones los grandes jerarcas de la revolución envían a sus familiares al exterior. Cobardes por naturaleza apuestan a la confrontación. No he visto mayor idiotez y peor traición.

En las bases del chavismo, los bolsas que los apoyan, creen que con míseras bolsas de comida podrán contener el desprecio de sus vecinos. El tiempo, inclemente cobrará su inmundo proceder, pues con el hambre de la gente no se juega. No hay hombre que olvide la sensación del estomago vacío. Ni se olvida, ni se perdona.

El incapaz, jugando en el espejo a ser Iosif, cree que podrá someter a treinta millones con hambre y mentiras. El tiempo de Iosif ya pasó, y con Hugo y Adolfo en el infierno retozan. Solo un millón hizo que sus pantalones se tiñeran. Sale mejor firmado y huyendo, que enfrentando a millones de madres cuyos hijos lloran clamando por comida.

No hay ser humano más peligroso que una mujer luchando por el alimento de sus hijos. Los Spetsnaz rusos son unas mariquitas disfrazadas de soldados comparadas con esa mujer sin nombre, con respecto a esa mujer cualquiera, y que quede claro, si hay soldado bien preparado son esos Spetsnaz.

El tiempo, esa línea eterna que nos conduce al porvenir, no juega a favor de nadie, y mucho menos apuesta a favor de idiotas. 

Mejor saldrían negociando y firmando, o huyendo, aquellos que inventando guerras imaginarias montan los Juegos del Hambre.

Mejor saldrían esos viejos militantes de izquierda hoy presentes en antiguos consejos, aprobando prontamente y en el 2016 las recolecciones de voluntades, no vaya a ser que las voluntades se impongan en el corto tiempo. 

QUE DIOS BENDIGA A VENEZUELA.


Alexander Acosta Guerra
Siendo las 9:27 AM de un martes 6 de septiembre de 2016

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