miércoles, 6 de julio de 2016

LOS ABASTOS DE MI PUEBLO

El absurdo es en política algo serio cuando quienes lo defienden son relajados en lo moral.


Parece ya una eternidad, pero no lo es, ver en el pasado y recordar cuando podíamos ir al supermercado a comprar lo que quisiéramos, necesitáramos o pudiéramos. Parece una eternidad, pero no lo es, ver en el pasado cuando comprar un kilo de azúcar, café, harina de maíz, de la marca que te gustara y no de la que hubiera.

Recuerdo que con mi sueldo de oficinista podía llegar al supermercado y comprar todo lo que necesitaba para la quincena, incluso ruedas de salmón fresco, y llevarlo a mi casa sin tener que dar mi cédula y poner mi huella. Mi cédula la mostraba para pagar con tarjeta de crédito o débito. Era impensable que un cajero te pudiera impedir comprar algo, o te limitara en cantidades de un producto.

Llévese lo que quiera le decían a uno, el límite es su bolsillo.

La gente en medio de estos tiempos, ha preferido olvidar aquellos días en los que podíamos hacer lo que hoy parece un imposible, comprar lo que necesitáramos, en donde nos diera la gana, y pagarlo como nos diera la gana.

En el régimen se dieron a la tarea de hacernos olvidar ese pasado calmado para lo cotidiano, y nos inventaron una épica ridícula que no soporta argumentación decente alguna. El régimen invierte millones en propaganda para sembrar odio y borrar el pasado, con el objeto de dejarnos en el limbo, limbo en el cual ellos tienen espacio para inventar un futuro supuestamente glorioso, lleno de realidades que nos humillan.

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Ayer en Ureña, Estado Táchira, quinientas mujeres se pusieron de acuerdo para pasar la frontera y comprar en Cucuta, Colombia, lo que el régimen bandido de maduro no permite que compren o consigan en su país, y para ello confrontaron a la Guardia Nacional en el peaje Bi-Nacional, de ida y vuelta. Del lado colombiano, a ningún efectivo militar se le ocurrió si quiera levantar la mano en contra de ninguna de las féminas, pues conocen de sus angustias y las dejaron pasar sin problemas, dándoles la bienvenida al territorio Neogranadino.

Esas mujeres, igual que yo, y que millones de venezolanos, comprábamos hasta hace algunos años lo que necesitábamos en donde nos diera la gana, y lo pagábamos como nos diera la gana.

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Los abastos de mi pueblo estaban llenos de productos de calidad y en cantidad, para abastecer a sus clientes… Ahí no había escasez o mengua… Había de todo, para todos. Podías comprar la harina de las arepas de la cena, el queso, el jamón, el café y la leche, del café con leche para una semana, un mes o lo que necesitaras, mientras te tomabas las cervecitas. 

Para que alguien te llegara con una bolsa, tenías que estar pelando, y no era un orgullo recibirla… Más de uno, con cara de pena dijimos en su momento, “gracias compadre cuando mejore la cosa yo se lo pago”… y así lo hacíamos. 

Hoy, las sabandijas del régimen quieren comprar a la gente con una bolsa, que dura cuando mucho tres días, pues nos ven cara de bolsas.



Prefiero y me refiero a aquellos tiempos en los que en los abastos de mi pueblo se conseguía de todo, a que estos tiempos en los que miserables llenos de dineros robados me dicen que la solución es una bolsa para tres días cada veintiún días.

Con mi trabajo quiero comprar lo que para mi familia vaya a necesitar, sin tener que mendigar a unos bandidos que me quieren estafar con bolsas para mantenerme con hambre haciendo cola.

Mi dignidad no la vendo.

¡QUE DIOS BENDIGA A VENEZUELA!


Alexander Acosta Guerra
Siendo las 11:15 am de un miércoles 6 de julio de 2016

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