El día de ayer, en unas protestas estudiantiles en la ciudad de San
Cristobal, Estado Táchira, un Policía Nazional Bolivariano asesinó a un
muchacho de apenas 14 años. Kluiberth Roa se llamaba el muchacho, estudiante
del 2do año en el Liceo Agustín Codazzi
de esa ciudad.
El Liceo en cuestión se encuentra en las cercanías de la UNET, donde
los estudiantes de esa casa de Estudios protestaban en contra del gobierno
regional.
Si Kluiberth estaba o no participando en las protestas, es
irrelevante. El hecho es que Kluiberth fue asesinado a sangre fría por un
Funcionario del Estado, en este caso de la Nación, que bajo excusas y
resoluciones, considero lo más adecuado disparar a matar a un muchacho de 14
años, asustado por lo que lo iban a detener.
Si a ese policía, a su jefe y al Zuper-Ministro que emitió la Maldita
Resolución 8610 los meten presos y los condenan a 2000 años de prisión, ellos
no pagan la vida que cegaron.
Kluiberth pudo ser tu hijo o el mío. Pudiste ser tú o yo, que
protestando o caminando, ante la arbitrariedad que se ha vuelto costumbre,
seamos victimas del exceso de un funcionario, que se cree que el es “La Ley” y
que te detiene, porque le da su maldita gana, o realísima gana, como prefieran.
Ya desde hace algunos días hemos comenzado a ver las consecuencias de
la Maldita Resolución 8610. Invitar a la reflexión a los funcionarios
responsables del control de manifestaciones, es lo menos que puedo hacer.
Primero, a los Policías y Militares encargados de controlar
manifestaciones ciudadanas, imagínense que al muchacho que tienen frente a
Ustedes, es su hijo, su hermano, su primo o su sobrino. Imagínense que es su
papá o su hermano, o su mejor amigo los adultos que participan. Pregúntense,
por qué protestan, y si la razón es debida, actúen en consideración a ello.
Segundo, recuerden, el Zuper-PNB que asesinó a Kluiberth está detenido.
Que va a pasar con el no sé. Lo que si sé es que el Zuper-Ministro que aprobó
la 8610, está tranquilo, como si no fuese con el. De hecho su jefe no tuvo nada
más inteligente que decir que Kluiberth “pertenecía a una secta de derecha”, con
lo que en medio de su escasa humanidad, intentó justificar el exceso.
A la familia de Kluiberth, un abrazo solidario en tan triste momento. Espero
que Dios haya recibido con sus brazos abiertos a Kluiberth, quien ahora
acompaña a Bassil, a Robert y a muchos otros de nuestros hijos asesinados por
este maldito régimen.
QUE DIOS BENDIGA A VENEZUELA.
Alexander Acosta Guerra
25 de febrero 2015, siendo las 09:12 am
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