En
una oficina de tamaño colosal con una inmensa bandera de Cuba de fondo, con su
sable de oficial de la Escuela Militar, el valiente Zuper-Ministro, quien ha
combatido en cientos de batallas, dicta con tono marcial cada letra de su
determinante resolución. Su ayudante, un oficial de menor rango, emocionado
transcribe cada palabra, cada coma, cada punto, como si estuviesen en plena
Guerra y de ese notable documento dependiese la rendición del enemigo y la
Libertad de la Nación.
Terminado
el epopéyico documento, el Zuper-Ministro expira con fuerza, como resultante
del inmenso esfuerzo intelectual. Su asistente revisa el documento para
imprimirlo y enviarlo para su inserción en la Gacetilla Gubernamentosa.
El
sable sube, baja y juega en el aire sujetado fuertemente por el oficial, que
iluminado por el espíritu del difunto barines, trata de explicar a su asistente
las razones de tan dura y necesaria decisión: “Nuestra patria está amenazada
por quema cauchos y tira piedras, por guarimberos, que no terminan de aceptar
su destino, que el socialismo impuesto por nuestro comandante eterno, es una
necedad, perdón, necesidad histórica inaplazable. Cualquier vestigio o signo de
resistencia debe ser aplastado sin demora. Esta resolución dará a nuestros
valientes soldados la capacidad de responder con la debida brutalidad ante la
afrenta de ese poco de muchachos mal vestidos y tapados con franelas. Como
puedo permitir yo como que mis hombres y mis hombras, sean maltratados por una
caterva de tirapiedras. Como le explico yo a la esposa de un soldado, que su
tobillo fue lastimado mientras en el cumplimiento de su deber rompía las
costillas de un andrajoso estudiante; como le explico yo al esposo de una
soldada que la fractura triple en su muñeca se debió a la insistencia de esta
en golpear con su casco la cara de una bailarina. Eso es inaceptable. Mis
hombres y mis hombras deben tener la facultad de actuar con toda la fuerza
necesaria. Ante un grito destemplado un Kalasnikov, ante una piedra una
ametralladora y ante esos manitos blancas marisconsones, ¡UN TANQUE!... Eso es
proporcionalidad”.
El
asistente emocionado imprime la resolución ya terminada en una moderna
impresora Made un USA colocada debajo de un cartel que tiene dibujados los ojitos
del difunto barines con un texto en rojo que dice “YANQUIS GO HOME”.
El
Zuper-Ministro revisa el histórico documento, e insuflado por los espíritus de
los babalaos lo firma. El asistente coloca un sello indicando que el documento
es emitido por el Zuper, y un número consecutivo 86 y pico. Lo inserta en un
sobre blanco, y lo sella. Luego llama a uno de los efectivos en servicio, para
que haga llegar el sobre al responsable de su inserción en la Gacetilla
Gubernamentosa.
El
Zuper-Ministro toma una botella de Johnnie Walker Green Label, comprada
recientemente en el aeropuerto de New York y sirve en dos vasos de cristal la
gloriosa bebida anti-imperialista. En alto los dos oficiales brindan por el
destino de la República y por las batallas futuras.
QUE
DIOS BENDIGA A VENEZUELA
Alexander Acosta Guerra
Miércoles 4 de febrero de 2015, siendo las 7:46 pm
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